martes, 28 de febrero de 2017
lunes, 27 de febrero de 2017
domingo, 26 de febrero de 2017
jueves, 23 de febrero de 2017
Sobre Palencia
Habitada
desde antiguo por los vacceos, el pueblo más culto y más adelantado en la
agricultura de las tribus celtíberas. Los romanos hacen de Pallantia una de
las ciudades más prósperas de la cuenca media del Duero celtibéricas.
Con la invasión romana, Pallantia brilló notablemente combatiendo a los
conquistadores del mundo. Durante ese periodo de dominación romana, los
celtíberos vacceos combatieron por la
independencia. La ciudad sufrió dos asedios en represalia por la ayuda
prestada a Numancia; rendida ésta, Palencia corrió al final la misma suerte.
En el subsuelo de Palencia se han encontrado numerosos vestigios de la época
romana, mosaicos, estelas, objetos de cerámica, etc.
Continuó
teniendo importancia durante la época de los monarcas visigodos. En la
provincia de Palencia se conservan dos de las escasísimas edificaciones
visigóticas: San Juan de Baños y la cripta de la Catedral, dedicada a San
Antolín; también tenemos el mayor número de necrópolis de esta época como la
antigua Pisoraca en Herrera de Pisuerga.
Los árabes
dejaron también sus huellas, aunque más difusas y en su paso por la península
en el 711 atravesaron la provincia de sur a norte. Pronto llegaría la
despoblación. El reinado de Alfonso II estuvo jalonado de enfrentamientos con
los musulmanes; pobladores cristianos llegaron por entonces a las tierras
norteñas palentinas; de esa repoblación surgieron las primeras aldeas y una
de las más importantes es Brañosera el más antiguo fuero que se conoce
fechado en el año 824.
Merece la
pena destacar el reinado de Sancho el Mayor, rey de Navarra y Conde de
Castilla que hizo resucitar a Palencia de sus ruinas.
A partir de entonces siguió una época de
preponderancia de los obispos; Palencia fue importante sede episcopal, hecho
que favorecería el auge del Camino de Santiago, que cruza la provincia de
este a oeste, haciendo posible la restauración de la ciudad.
En el siglo
XII se celebraron dos Concilios en 1113 y 1124 al que asisten los reyes de
Castilla.
Esta capital
alcanza su máximo esplendor bajo el reinado del vencedor de la Batalla de las
Navas de Tolosa. Alfonso VIII instituye el primer concejo libre después de
haber dado a los vecinos un Alcalde de hermandad y haber dividido la
jurisdicción del Cabildo en un barrio formado a extramuros de la ciudad, el
que hoy se conoce como el barrio de "la puebla".
Con este
monarca se produce el auge económico y también cultural; él junto con el
obispo Tello Téllez de Meneses fundaron los primeros Estudios Generales de
España, que pasaron a ser la primera Universidad española (1208), contando
con un alumno de excepción: Domingo de Guzmán. Por diversos avatares
posteriores, la Universidad desapareció de Palencia.
El Cid tuvo
un solar en esta ciudad, parte del cual se dedicó a Lazareto, fundando la
primera leprosería de España; en este lugar se encuentra hoy la iglesia de
San Lázaro.
No podemos
olvidar el heroico episodio de las mujeres palentinas contra las tropas del
duque de Lancaster, cuando en el año 1388 la ciudad se encontraba
desprotegida de hombres, ocupados en guerras lejos de sus tierras. Por esta
hazaña el rey Don Juan I concedió a las mujeres de esta tierra licencia para
usar banda de oro sobre el corpiño y lazo del mismo color en el cabello,
costumbre que aún perdura en el traje regional palentino.
En la guerra
de las Comunidades Palencia tomó parte en la defensa de la autonomía de los
concejos, por lo que toda esta tierra vivió terribles y sangrientos
episodios.
La decadencia
histórica comenzó a finales del siglo XVII, si bien durante la guerra de la
Independencia la ciudad jugó un importante papel, siendo uno de sus hijos, el
General Amor, uno de los héroes en la lucha contra los franceses.
En nuestros
tiempos, acontecimientos de cierta trascendencia son el haberse constituido
la ciudad en capital y sede para la empresa, de transformar social y
económicamente la Tierra de Campos, y el indudable despegue industrial de la
ciudad y comarca desde la época de los setenta
|
MONUMENTOS y espacios EN LA
PROVINCIA QUE SON DE INTERÉS
-catedral
San Martín de Frómista
Villa Romana de La Olmeda
Santa María la Real de Aguilar de
Campoo
Canal de Castilla
Camino de Santiago
Montaña palentina
LEYENDAS:
La
Anjana. la bruja o hada buena de Palencia
La Anjana.
Se conoce como Anjana, a la bruja o hada buena de Palencia. Viste capa blanca, trenzas rubias y sandalias de piel de comadreja. Según dicen, gasta báculo de oro con una estrella en la vuelta que alumbra de noche a los pastores y caminantes perdidos en la niebla. Dicen que vive en palacios
subterráneos donde tienen escondidos grandes tesoros... Remedia necesidades principalmente de la gente pobre.
Se conoce como Anjana, a la bruja o hada buena de Palencia. Viste capa blanca, trenzas rubias y sandalias de piel de comadreja. Según dicen, gasta báculo de oro con una estrella en la vuelta que alumbra de noche a los pastores y caminantes perdidos en la niebla. Dicen que vive en palacios
subterráneos donde tienen escondidos grandes tesoros... Remedia necesidades principalmente de la gente pobre.
MARTES, 16 DE SEPTIEMBRE DE 2014
En Santibáñez de Resoba, en la Montaña Palentina, existe un recorrido de
unos 4 km que nos adentra por el maravilloso parque natural de Fuentes
Carrionas y Fuente Cobre, en el que podemos divisar la maravillosa silueta de
un gigante que según nos cuenta la siguiente leyenda vivía antaño por estas tierras
La leyenda del Gigante del Valle Estrecho
""Dice el cuento que hace ya ni se sabe, un gigante vivía
muy cerca de San Martín de los Herreros. Y que con él vivía una hija que
sentía en su interior la inmensa desdicha de que ningún joven del entorno se atreviera
a ser su amigo por miedo, claro está, al genio (malo) que se le da por supuesto
a todos los gigantes de cuento. El caso es que harta de esperar un novio que no
llegaba por ninguna parte, decidió partir hacia las tierras llanas que se veían
del otro lado de las montañas a probar, lejos de su padre, mejor suerte. En la
treta utilizó un bebedizo hecho con hierbas de la zona que sumió en un profundo
sueño a su padre, y huyó.
Cuando el gigante despertó del sueño y vio que su hija lo había abandonado montóDecidió abandonar su casa y subir hasta lo alto de Peña Redonda (1.996 m) para contemplar desde allí aquella inmensidad de Tierra de Campos hacia la que había huido su hija. Y allí estuvo durante días y noches enteras hasta que, por fin se quedo dormido, recostado sobre las rocas de lo más alto de la sierra.
Cuando el gigante despertó del sueño y vio que su hija lo había abandonado montóDecidió abandonar su casa y subir hasta lo alto de Peña Redonda (1.996 m) para contemplar desde allí aquella inmensidad de Tierra de Campos hacia la que había huido su hija. Y allí estuvo durante días y noches enteras hasta que, por fin se quedo dormido, recostado sobre las rocas de lo más alto de la sierra.
Fotos del Blog Montañas a Esgalla.
|
primero en cólera y luego se puso a rebuscar de arriba
abajo hasta que un caminante le informó de que su hija vivía ahora muy lejos,
en compañía de un rico hacendado. Entonces, a la rabia siguió una profunda
tristeza.
Después de varios días de nieblas y tormentas, cuando el sol volvió a salir, se descubrió que el gigante había crecido tanto que se había transformado en una “gigantesca” estatua de piedra recostada sobre el perfil de la sierra. La misma que ahora se ve al contemplar esa misma sierra desde los dos miradores que recorre el sendero, con la inconfundible silueta redonda y ancha de la Peña Redonda haciéndole de panza y la cabeza recostada, mirando al cielo, un poco más hacia la derecha -si bien es verdad que aún hoy todavía hay quien discute en qué parte de la sierra están los pies, la cabeza y la panza-.""
Después de varios días de nieblas y tormentas, cuando el sol volvió a salir, se descubrió que el gigante había crecido tanto que se había transformado en una “gigantesca” estatua de piedra recostada sobre el perfil de la sierra. La misma que ahora se ve al contemplar esa misma sierra desde los dos miradores que recorre el sendero, con la inconfundible silueta redonda y ancha de la Peña Redonda haciéndole de panza y la cabeza recostada, mirando al cielo, un poco más hacia la derecha -si bien es verdad que aún hoy todavía hay quien discute en qué parte de la sierra están los pies, la cabeza y la panza-.""
LEYENDA DEL CRISTO DEL OTERO
Pocos palentinos saben que hace 830 años
hubo otro Cristo
Rafael
del Campo / Palencia
Muchas
son las leyendas que han permanecido constantemente vivas y sin acusar el paso
del tiempo. Por el contrario, otras se durmieron en el transcurso de los siglos
y quedaron sepultadas en la noche oscura del olvido, cual le sucediera al arpa
becqueriana, tan cubierta de polvo, ella.
Pocos
palentinos de hoy ignoran que su capital se denominase Pallantia en la época
romana. Muchos son, también, los palentinos, y no palentinos, que saben que la
primera Universidad de España estuvo ubicada en Palencia, y su creador fue el
rey de Castilla Alfonso VIII en el año 1208. Miles son los palentinos que han
subido al cerro del Otero para, desde tan privilegiada atalaya observar una
amplísima panorámica, geométricamente perfecta de la paramera castellana,
mientras la pétrea y gigantesca mole del Cristo -obra del insigne escultor
Victorio Macho- parece bendecir a unos y otros.
Sin
embargo, ¿cuántos palentinos saben que en su capital y provincia hubo ya -de
esto hace ochocientos treinta años- otro Cristo del Otero? ... Se trataba de
una estatua mayor que la actual, pero no de granito, y erigida en el otro cerro
-muy próximos entre sí-, aunque algo más alto que donde se encuentra el Cristo
actual, y un poco más alejado de la capital palentina, Ambos promontorios
vienen a constituir dos caprichos surgidos de la corteza terrestre en etapas
geológicas muy pretéritas. Pero vayamos por partes y retrocedamos ocho siglos,
concretamente al año 1171, en que naciera Doña Berenguela, reina de Castilla, e
hija del rey castellano Alfonso VIII, gran impulsor de la cultura, y a quien
-como ha quedado dicho- Palencia debe la primera Universidad en España. Puede
afirmarse, por lo tanto, que Doña Berenguela y su padre siempre estuvieron muy
unidos a Palencia, -por aquel entonces todavía Pallantia, profesándola, ambos,
gran estima y simpatía, hasta el punto de visitarla varias veces la reina de
Castilla a lo largo de los setenta y tres años que le permitió su buena salud,
lo cual, para aquella época -sin antibióticos ni retrovirales- tampoco estuvo
nada mal la longevidad de Doña Berenguela.
Y
había de ser, precisamente, en una de sus excursiones por la llanura palentina,
cuando comenzó a tomar cuerpo el proyecto que ella albergaba: erigir una
colosal estatua del Corazón de Jesús en el cerro más alto, aunque algo más
alejado del casco de la ciudad. Llegado a este punto he de hacer referencia al
acendrado catolicismo de Doña Berenguela, pues no en vano tuvo el honor de ser
madre de Fernando III el Santo. La determinación estaba tomada: Ahora sólo restaba
decidir -primero en familia, y posteriormente con los consejeros y ministros
del reino de Castilla- sobre cuál habría de ser el material a emplear en la
construcción de una estatua de treinta metros de altura, y cinco metros de
diámetro en su base.
-¡Imposible!
¡No existe suficiente oro en el mundo para construir una estatua de tales
dimensiones! ¡Y de oro macizo! -exclamó con voz potente el Condestable,
oponiéndose frontalmente a tal dispendio.
-Es
muy posible que no exista suficiente oro en el mundo, pero sí en el reino de
Castilla, ¡mi Castilla!, arguyó con firmeza y determinación Doña Berenguela,
sin dejarse amilanar por la oposición del Condestable, quien, en su calidad de
jefe supremo del Ejército, y muy versado en matemáticas y aritmética, extendió
sobre la amplia mesa un grueso y amarillento papiro, mojó en el tintero la
pluma de ganso tiempo que iba explicando a los allí reunidos todos los datos y
fórmulas de Geometría plana, Geometría analítica, y Aritmética que el caso
requería.
Partiendo
de los cinco metros de diámetro que iba a tener la estatua en su base, el
Condestable multiplicó 3"1416 por el cuadrado del radio, obteniendo, de
este modo, el área de dicha base, y que arrojó 19"63 metros cuadrados.
Acto seguido, y conociendo la altura que debita tener la estatua de oro macizo
(30 metros, según los deseos de Doña Berenguela), se trataba de averiguar el
volumen expresado en metros cúbicos de oro necesario. El resultado que arrojó
la operación aritmética (multiplicando ahora 3"1416 por el cuadrado del
radio, 6"25, y esto por la altura de la imagen, 30 metros), no pudo por
menos que dejar absortos y mudos de asombro a los allí reunidos, menos a Doña
Berenguela, quien seguía con la mayor atención los cálculos del Condestable.
-Serán
necesarios 588"9 metros cúbicos de oro; ¡nada más y nada menos!, exclamó
el Condestable, deteniendo su mirada en cada uno de los presentes, y
especialmente en la Reina.
-Pero
es que, Majestad, pasemos a considerar otro factor importantísimo y decisivo,
como es el peso específico del oro: 19 kilos por decímetro cúbico, ¡casi nada!
Es preciso que todos ustedes comprendan este dato -manifestó el Condestable. al
tiempo que su rostro adquiría solemne seriedad, dicho lo cual volvió a mojar la
punta de la pluma en el tintero, a fin de calcular el número de decímetros
cúbicos contenido en los 588"9 metros, igualmente cúbicos; para lo cual
multiplicó esta última cantidad por mil, arrojando una cifra de 588. 900.
-Vean
ustedes. Toda esta elevadísima cantidad de decímetros cúbicos resulta
indispensable para llegar a conocer el peso exacto del monumento en oro macizo,
teniendo en cuenta los 19 kilos que pesa un sólo decímetro cúbico, -tal como
acabo de manifestar hace un momento.
La
facilidad del Condestable manejando números, extrayendo raíces cuadradas y
desarrollando fórmulas, ponía de manifiesto un profundo conocimiento sobre la
materia que trataba, -cual si fuera un taumaturgo-, para finalmente, y tras
cotejar algunos datos, levantar su mirada del papiro y manifestar:
-La
estatua del Cristo sobre el cerro pesará once mil ciento ochenta y nueve
toneladas, y todo ello en oro macizo. Ahora bien: ¿De dónde sacaremos tantísimo
oro?... -terminó preguntando el Condestable.
Este
último dato, ofrecido por quien se había encargado de calcular la parte teórica
y técnica del proyecto, pareció dejar a todos sin capacidad de respuesta, menos
a Doña Berenguela, quien mostrando una imperturbabilidad a toda prueba,
respondió: -Vuelvo a repetir que en el reino de Castilla existe oro suficiente
para acometer esta magna obra, y con mayor motivo si es en Pallantia.
La
noticia de que en esta capital se levantaría una estatua de oro macizo, -con
las dimensiones antes citadas-, fue recibida por los ciudadanos con la
apoteosis digna de tal acontecimiento, y a la que se unió una febril actividad
que durante dos años vivió la capital, da do que en ella se instalaron y dieron
cita desde batihojas (especia listas en trabajar y batir el oro y la plata),
hasta modelistas y encofradores.
Tras
dos años de ímprobo esfuerzo y dedicación la grandiosa obra se mostraba
enhiesta sobré la cumbre del cerro, refulgiendo como un ascua, pudiéndose
divisar desde los cuatro puntos cardinales. Todo ello gracias a la luz que
recibía del astro-rey, y desde el naciente al ocaso.
Las
11.189 toneladas que pesaba la áurea escultura no debía extrañar a nadie, si se
tiene en cuenta el peso específico del oro, así como los treinta metros de
altura de la imagen, y todo ello sobre una base circular de 19,63 metros
cuadrados.
A
partir de ese momento, y desde todos los lugares del reino castellano,
Pallantia se convirtió en lugar de obligado peregrinaje y jubileo para poder
contemplar la monumental imagen en la cima del otero reflejando, a raudales, la
luz del día sobre la llanura castellana.
Mucho
había sido el dinero invertido por Doña Berenguela en otorgar a Pallantia tal
privilegio, y esta misma ciudad, junto con toda la comarca, se beneficiaría
durante un siglo de una fuente de riqueza, -y prestigio-, procedente de los
millares de visitantes que a ella acudían, y al mismo tiempo poder degustar su
buen pan y su buen vino. Tanto en las amenas tertulias como en las concurridas
calles, pasó a ser corriente que, el tan conocido chascarrillo: « ¡Ojo al
Cristo, que es de plata!», se convirtiera, ahora «¡Ojo al Cristo, que es de
oro!», poniéndose de manifiesto el sano humor de unos ciudadanos que se sabían
depositarios de una maravilla. Incluso llegó a crearse un numeroso cuerpo de
guardia permanente, y que, similar a la pretoriana -encargada de vigilar el
palacio de los Desores en la Antigua Roma- velaba día y noche, con lanza y
escudo en ristre, por la seguridad del monumento, además de tener instaladas
sus tiendas de campaña en las estribaciones del promontorio, a fin de que la
estatua no sufriera menoscabo alguno. Esta Unidad de Vigilancia Intensiva (la
primera de que se tiene noticia), estaba compuesta por treinta fornidos y
nobles pallantinos -uno por cada metro de la escultura- quienes, conscientes
del compromiso contraído con la Corona de Castilla, se hubieran dejado matar
antes de que nadie osara tocar con sus manos las once mil ciento ochenta y
nueve toneladas de oro macizo encomendadas a su custodia. Pero si algo no
podían evitar estos fieles guardianes, era la envidia de sus conciudadanos, dada
que aquéllos percibían doble remuneración por su servicio; primera el asignado
por la Reina castellana, y, al mismo tiempo el otorgado por el Cabildo
municipal de Pallantia.
Sin
embargo, ¿cuál pudo ser la causa -o causas- de que aquella espectacular escultura
no haya llegado hasta nuestros días?
Mucho
se ha especulado sobre la posibilidad de un robo nocturno. Pero, ¿quiénes
hubieran podido llevar a cabo tal hurto, teniendo en cuenta el peso brutal de
la gigantesca mole? Semejante operación hubiera requerido el concurso de
auténticas atlantes. ¿Lo hubieran permitido los aguerridos y fieles
guardianes?... Solamente un dato, -a modo de eslabón perdido-Ha llegado hasta
nosotros: Los pallantinos de entonces, y todavía con la estatua ocupando la
cima del cerro, nos han llegado este testimonio escrito en papiro y envejecido
por el paso de los siglos.
Una
tarde decembrina, el cielo se fue cubriendo con plúmbeas y amenazantes nubes,
no tardando en desencadenarse una tormenta como jamás habían conocido los
habitantes de la ciudad, y donde los horrísonos truenos,-en hermanamiento con
los centelleantes relámpagos-, servían de contrapunto a las cataratas del
cielo, que sin tregua alguna comenzaron a inundar la ciudad y los campos. Esta
situación se prolongó durante una inacabable, terrorífica y fantasmal noche, al
tiempo que un vendaval, contumaz y silbante, pugnaba por vencer a los cerrojos
de recia forja, en tenaz y terca oposición. La sensación de angustia y zozobra
parecía transmitirse, también, a las velas de sebo, dado que su llama, tenue y
mortecina, acusaba cada trueno con un encogimiento y oscilación temblorosas,
amenazando apagarse y sumir el aposento en la más lóbrega oscuridad. Los
elementos de la naturaleza, -desatados y en libre albedrío-, competían entre sí,
haciendo imposible el tránsito por calles y plazas, caso de que alguien hubiera
tenido la suficiente presencia de ánimo, así como el alma y el corazón tan
fuertes como para intentarlo. Ante esta realidad los amedrentados ciudadanos
optaron por encerrarse en sus casas, asegurando estas con cerrojos y candados,
al tiempo que rayos y truenos se sucedían a cortisimos intervalos,
impregnándolo todo de un denso olor a azufre, mientras trozos de hielo, -del
tamaño de puños-, se mezclaban con la torrencial lluvia golpeando los tejados
como si se propusiera demolerlos. Los atemorizados habitantes apenas si
pudieron conciliar el sueño aquella noche, y temiendo, de un momento a otro, el
derrumbe de los techos sobre sus catres. Sólo la luz de un tímido y tardío amanecer
-de aquel diez de diciembre del año 1344- vino a poner de manifiesto la
desaparición de la monumental imagen de oro sobre el cerro.
La
noticia se propagó" como si de otro relámpago se tratara, y no sólo por la
capital, sino por toda Castilla: Han robado el Cristo... Era el clamor unánime
y popular que se repetía por calles, plazas y mercados medievales de la antigua
Pallantia. Las versiones que se escuchaban sobre lo sucedido eran de lo más
diversas, y oscilaban entre el raciocinio mesurado y la disparatada e
incongruente fantasía. Los charlatanes y los sacamuelas tampoco se callaban a
la hora de emitir opiniones y puntos de vista, produciéndose entre éstos y su
numeroso auditorio discusiones, altercados y riñas a brazo partida.
¡Pero
nos hemos quedado sin el Cristo de oro que nos donó nuestra reina, Doña
Barenguela -increpaba el irritado público a los improvisados oradores
callejeros.
Muchos
eran los dimes y diretes que comenzaran a circular por la capital y toda la
comarca. Como no podía ser de otra forma, también los invidentes ofrecían sus
versiones particulares y las Coplas del ciego -interpretadas por sus autores-
vinieron a hacerse presentes, no resignándose a dejar pasar por alto lo que se
dio en denominar el robo del Cristo. Nutridos grupos de espectadores, al aire
libre seguían con la mayor atención el puntero del ciego quien, torpemente, con
mano temblorosa y voz cascada trataba de explicar las diferentes fases del robo
-sin excluir la terrible tormenta de la noche anterior- y, en suma, la desaparición
de las once mil ciento ochenta y nueve toneladas de oro. Bien era cierto, que
las monocordes coplas provocaban el asombro en algunos corrillos de estáticos
oyentes, o la abierta y estentórea carcajada en otros, sobre todo, cuando el
invidente de turno responsabilizaba a las brujas -cabalgando sobre escobas y
acudiendo a sus aquelarres nocturnos- de la desaparición del Cristo de Doña
Berenguela, tal como le denominaban otros.
Pero,
¿qué fue de los treinta guardianes, encargados de velar y vigilar la estatua de
oro? Abundantes eran los rumores que comenzaron a circular por la capital y su
entorno, habiendo para todos los gustos y para todos los disgustos.
Descartada
le versión del robo, así como su complicado y laborioso traslado a otro lugar,
-teniendo en cuenta el enorme peso de la estatua-, eran muchos quienes pensaban
que la desaparición hubiera podido deberse a la más que probable fundición de
las once mil ciento ochenta y nueve toneladas de oro, si se tiene en cuenta la
extraordinaria cantidad de descargas eléctricas durante la larga y tormentosa
noche en que sucedió el episodio, considerando que la imagen se hallaba sobre
un cerro solitario en medio de la paramera, sin árboles y a considerable
altura. Esta tesis fue aceptada como lógica, dado que el oro, al ser un metal
muy blando, (según afirmaban los batihojas de la época), hubiera podido
deshacerse, pasando a cubrir toda la cima del cerro y acabar resbalando sobre
su ladera cónica, -forrando de oro una y otra.
Ante
esta posibilidad fueron cientos los habitantes de la ciudad quienes, provistos
de todo tipo de recipientes, así como picos y palas, se encaminaron presurosos
hacia el segundo y más alejado de los cerros, esperando hallarlo cubierto de
una gruesa lámina de oro. Sin embargo, y desde lejos, los improvisados
buscadores de oro pudieron comprobar que la ladera del montículo ofrecía el
mismo aspecto ocre y terroso de siempre, en lugar de encontrarla pulida y
brillante por la acción combinada del rico metal y el tímido sol decembreno. No
obstante, escalaron el cerro hasta alcanzar la cumbre, por si en ella se
encontraba algún resto de lo que allí hubo. Entre el ruido de los calderos,
-así como picos y palas al hombro-, todos hubieron de rendirse a le evidencia
de que el Cristo de Doña Berenguela habita hecho de su presencia ausencia, y
tal vez para siempre. Pallantia se había quedado, -de la noche a la mañana-,
sin la espléndida maravilla que la Reina castellana dejara allí.
Etiquetas:
Iniciativa 4º
domingo, 19 de febrero de 2017
sábado, 18 de febrero de 2017
Frases de motivación
"En el único sitio en el que encontrarás el éxito antes que en el trabajo, es en el diccionario"
Vidal Sassoon
"Las oportunidades pequeñas son el principio de las grandes empresas"
Demóstenes
"Un emprendedor ve oportunidad donde otros solo ven problemas"
Michael Gerber
"La mejor forma de predecir el futuro es creándolo"
Peter Druker
" ¿Sabes la diferencia entre un sueño y una meta? Tan solo una fecha"
"Tanto si piensas que puedes, como si piensas que no puedes, estás en lo cierto"
Henry Ford
Etiquetas:
Iniciativa 3º,
Iniciativa 4º
Suscribirse a:
Entradas (Atom)